Era verano en Argentina, mi esposa estaba en Europa por motivos de su profesión, por lo que quedé sólo en casa ya que mi hija se había ido de vacaciones con una amiga. Debo aclarar que tengo 47 años y vivo en la planta alta de una hermosa casa construida por mi difunto suegro, en la planta baja vive mi suegra Raquel que es viuda desde hace diez años, su hijo Raúl que tiene 40 años y es soltero ya que padece una pequeña discapacidad cerebral.
Mi cuñada Lily de 37 años, que está separada desde hace cuatro años y desde entonces no se le conoció relación alguna, y Marco, mi sobrino de 18 años, viven en un departamento ubicado en el fondo de la vivienda.
La verdad que en los 18 años que llevaba de casado siempre tuve la intención de cogerme a mi suegra, máxime después de la muerte del marido, pero nunca había tenido una oportunidad como la que se me presentaba ahora, así que debía planear la estrategia a seguir, ya que si bien nuestra relación erabuena, ella que a los 58 años se conservaba muy bien, con unas tetas grandes y un hermoso culo que siempre trataba de disimular usando ropa amplia, era muy recatada y su fe religiosa le hacía creer que cualquier acto sexual fuera del matrimonio era pecaminoso. Recuerdo una oportunidad en que, con unas copas de más, mi suegro me contó que nunca le permitió metersela por el culo, por lo que todavía lo conservaba virgen y eso me excitaba más aún.
El sábado por la mañana escuché que Lily iría al cine de trasnoche con una amiga y seguramente Marco saldría con sus amigos como todos los sábados, así que era la noche ideal, sólo tendría que encargarme de Raúl y ya lo tenía pensado. Raquel le daba todas las noches, por prescripción médica, un ansiolítico para que descanse mejor y dormiría como un angelito.
Ese sábado hacía un calor terrible. A Raquel le encantaba la cerveza pero bebía poco porque la mareaba y comenzaba a reír.
– Raquel, ¿porque esta noche no te haces una de esas ricas pizzas y con unas cervezas miramos una película?, ya que aparentemente vamos a estar los tres solos. – Encantada, me dijo, con este calor no me da ganas de meterme en la cocina, pero todo sea por un vaso de cerveza.
Ya a la noche, mientras Raquel terminaba con la pizza, me acerqué a Raúl que miraba televisión y le ofrecí un vaso de jugo. Cuando Raquel trajo las pizzas saqué la cerveza bien helada y nos dispusimos a cenar. Mi suegra no sospechaba nada de lo que iba a vivir esa noche…
– Mamá tengo sueño, me voy a dormir. – Espera Raúl tenés que tomar tu pastilla.
Todo estaba saliendo de acuerdo a lo planeado, con una pastilla Raúl dormiría como un tronco. Mientras Raquel se levantó a buscar la pastilla llené nuevamente su copa con cerveza.
– Listo, ¿que te parece Juan si vemos la película que trajiste?, ¿de qué se trata? – De suspenso, como a vos te gusta (yo me había asegurado que tuviera alguna escena de sexo, pero no demasiadas para no incomodarla de antemano), pero terminemos de cenar y luego la vemos tranquilos en el living -le dije.
Cuando terminamos de cenar, nos dirigimos al living y mientras ella ponía la película yo traje otra botella bien fría de cerveza.
-Tomá ante que se caliente -le dije- – No Juan, ya bebí demasiado. – Hace mucho calor, está exquisita, además no me vas a dejar tomando solo. – Está bien, la última copa.
Esa copa fue suficiente para que comenzara a mostrar sus grandes tetas al descubierto.
– Esta noche te voy a coger suegrita. -le dije mientras la sostenía del cabello y con la otra mano le apretaba los pezones. – Nooooo, estás loco, soy tu suegra, soltame o grito. -Vas a gritar pero de placer suegrita -le dije mientras metía mi mano por debajo de su falda y comencé a morderle suavemente un pezón y ella se retorcía como una víbora. -Ahhhhhhh, no por favor, no, nooo, pará, ahhhhhhhh. -Comenzó a llorar.
Me incorporé para sacarme el pantalón y ella intentó escapar, la tomé de un brazo y la tiré sobre el sofá y le arranqué la pollera y la bombacha, por lo que quedó totalmente desnuda, tratando de cubrirse, mientras lloraba, su concha peluda.
– Que peluda la tenés suegrita, un día de estos te voy a afeitar, pero por hoy te la voy a chupar así. – Me arrodillé, metí la cabeza en su entrepierna y comencé a chuparle esa concha peluda. -Noooo, noooo, por favor, ahhhhhhh, ahhhhhh, ahhhhhhh, Juan estás loco, ahhhhh -ya no tenía más resistencia.
Mientras yo le chupaba con fuerza la concha, ella gemía y se iba deslizando del sofá al suelo. Le levanté las piernas, se las separé y comencé a lamerle todo el culo y la concha con delicadeza. Yo tenía la pija a reventar, pero quería que ella me lo pidiera. Sus gemidos cada vez eran más fuertes.
-Ahhhhhh, ahhhhhhhh, cogeme de una vez, metémela ya Juan por favor.
Cuando se la metí de un solo golpe, pegó un pequeño grito, me abrazó y comenzamos a besarnos como dos adolescentes. Estuvimos cogiendo hasta que quedó tendida, completamente agotada. Entonces saqué mi pija todavía dura de su concha, me arrodillé sobre su cara y le dije.
– Bueno querida suegrita, ahora una buena mamada… – Noooooo, no eso no por favor, eso no, es asqueroso -y comenzó a resistirse nuevamente, mientras yo acercaba mi pija a su boca ya cerrada con fuerza.
Con mis piernas aprisioné sus brazos y no tuve más remedio que taparle la nariz para que abriese la boca para respirar, se retorcía más que nunca, lo cual me excitaba más aún. Cuando por fin abrió la boca se la metí hasta la garganta. Comenzó a dar arcadas hasta que la tomé del pelo y le ordené queme la chupara. Abrió los ojos, se tranquilizó y pegó una mamada increíble que me hizo acabar nuevamente, esta vez dentro de su boca.
-Trágate toda la lechita le dije -mientras le chorreaba por la comisura de los labios- y desde ahora, suegrita, vas a ser mi putita sin chistar, ¿de acuerdo? – Si Juan lo que vos digas -ahora metete en la cama que mañana es domingo y tenés que ir a misa -la alcé en mis brazos-, yo te llevo -le dije-, y de ahora en más vas a dormir completamente desnuda, ¿entendiste?.
La acosté en la cama y al verla tendida inmóvil, con las piernas abiertas, la pija se me endureció nuevamente, así que le dije:
– Antes de irme te voy a pegar una última cogida. – No por favor me arde mucho y estoy agotada, andate por favor.
No había terminado de decir esto cuando ya tenía toda mi pija adentro y comenzó a gemir nuevamente. Esta vez cuando estaba a punto de acabar, se la saqué y acabé sobre sus tetas. Hice que con sus propias manos de desparramara mi leche por su cuerpo y que se chupara las palmas.
Le di un apasionado beso de lengua y la dejé descansar, se lo tenía merecido.
Autor: Ger47b